
Programar con la intuición
El “vibe coding” redefine la forma en que pensamos la creación digital, recuperando el lugar de la intuición y lo sensorial en el desarrollo de software.
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En una conversación tecnológica cada vez más centrada en lo funcional y lo automatizable, un término como “vibe coding” podría parecer un desvío idealista. Sin embargo, para figuras como Rick Rubin, productor musical y autor de de The Way of Code, este enfoque plantea una exploración más profunda: crear desde la percepción más que desde la instrucción.
Rubin no proviene del mundo de la ingeniería, pero su lectura de lo que significa crear —sea una pista musical o una línea de código— abre nuevas rutas para pensar la tecnología desde una sensibilidad esencialmente humana. En su libro, evita ofrecer fórmulas y se instala con insistencia en la idea de que todo código, en su mejor versión, es una respuesta a una vibración interna, una sensación o una verdad emocional. El "vibe coding", en ese contexto, no es una técnica sino una disposición: estar lo suficientemente atento como para traducir lo que no ha sido articulado aún.
Si bien la programación ha sido históricamente un ejercicio de precisión y lógica, no es nuevo pensar que detrás de una arquitectura digital hay también intuición, contexto cultural y decisiones subjetivas. Lo novedoso en la propuesta de Rubin es que esas variables no son factores secundarios sino ejes constitutivos. El desarrollo de software, desde esa óptica, se parece más al diseño de experiencias que a la solución de problemas técnicos.
El 'vibe coding' no necesita operar exclusivamente en entornos creativos. Su relevancia se expande allí donde los sistemas requieren captar matices, donde un patrón no puede capturarse solo con datos duros. Esto lo vuelve especialmente útil para quienes intentan construir herramientas o interfaces que trabajen con afectos, con climas, con atmósferas. Sin entrar en misticismos, Rubin plantea que todo entorno tiene un tono, una frecuencia, una dirección emocional. Descifrar eso —o sintonizar con eso— es ya una forma de programación.
Desde la antropología, este tipo de enfoque entra en diálogo con prácticas tradicionales del pensar y hacer tecnología desde lo relacional. En muchas culturas, la creación no se concibe como la producción de elementos aislados, sino como la respuesta a un entramado de relaciones e impulsos. El 'vibe coding' es, en cierto sentido, una reapropiación contemporánea de esas formas colectivas e intuitivas de saber.
No está en juego aquí una revolución técnica, sino un desvío epistemológico. Reconocer que el sentido también se codifica, que los estados emocionales pueden conducir decisiones estructurales en un software, no significa abandonar la lógica, sino complementarla con otra forma de lectura. Rick Rubin habla del código como una vía para que algo no previsto acontezca. La clave no está en prever todos los resultados posibles, sino en configurar un marco donde lo inesperado tenga espacio.
En un tiempo donde la eficiencia ha sido el criterio dominante, propuestas como la de Rubin invitan a volver a preguntar por qué y para qué codificamos. No todo lo que hacemos con sistemas tiene que optimizar. A veces, también puede resonar.